Esto me importa

No puedo dejar de pensar en lo frágiles que somos. En todo sentido, las personas somos como figuras de porcelana expuestas sobre un pedestal rodeado de niños jugando a la pelota: sabemos que tarde o temprano caeremos al piso y sólo quedarán nuestros trozos esparcidos, pero mientras no caemos no podemos dejar de temer por tan lúgubre destino, y lo esperamos con cierta resignación.

Siempre tememos a lo que viene: tenemos miedo de obrar mal porque eso nos llevará al infierno; miedo de salir en la noche porque tal vez nos asalten y nos maten; miedo de intentar cosas nuevas porque posiblemente fracasaremos; miedo al futuro, a estar enfermos, a querer y a ser queridos; en fin, miedo a todo.

Desde siempre nos han vendido la pomada de que nuestro fin es la felicidad. Pasamos la vida buscándola, y al ver que no llega nos desilusionamos y somos cada vez más infelices.

Tal vez la felicidad llega cuando la vida nos enseña que tenemos que aprovecharla.

Hoy fui al hospital a ver a un amigo postrado, y pude darme cuenta de eso. Lo vi de buen ánimo y contento, y comprendí que experiencias así nos hacen darnos cuenta de las cosas que en verdad importan.

En este momento me importan puras cosas sin importancia, y me importan más otras que realmente valen la pena, las cuales he perdido. Pero lo que importa es dejar de pensar en lo que nos importa y pensar sólo en disfrutar la vida y todo lo que nos ofrece, y valorar y cuidar lo que tenemos.

Al fin y al cabo, es lo único que importa...